sábado, 22 de septiembre de 2012

EL SUEÑO

Un leve letargo hace que poco a poco se vayan entornándose mis ojos para dejar espacio a unas pequeñas rendijas de desconfianza. Su poder es tan fuerte que por mucho que luche, mis parpados pesan cada vez más y más. Se vuelve inestable y con pequeñas sacudidas, mi cuello comienza a perder la poca sujeción que hacia mantener firme a mi cabeza. 

De repente un pequeño respingo me trae de nuevo al mundo real, o al menos eso es lo que pienso. Ya no me siento cansado, es más, me siento mucho más receptivo y atento que nunca. Mis movimientos se vuelven firmes y seguros, aunque no reconozco del todo el lugar y la forma de mi mismo. Mis ojos poco a poco van definiendo lo inmediatamente anterior a mí, y por un momento pierdo la conciencia entre la realidad y la ficción. No recuerdo haber estado antes en un lugar así, mucho menos haber andado hasta aquí, y por supuesto no comprendo mi persona en este contexto. Pero siento que en ese lugar hacia falta yo, no por el hecho de completarse con mi presencia, si no por que posiblemente este lugar haya sido creado para mí. A lo mejor es mi mente la que me está jugando una mala pasada y solamente mis ojos son testigos de la realidad. El caso es que no puedo sentir nada más puro y sincero, nada más completo y abstracto, más tierno y crudo. 

 
Me levanto poco a poco de lo que parece ser una larga piedra puesta a modo de banca. Mi atención se dirige a un estanque rodeado de una espesura vegetal perfectamente medida. El lugar no se entorna melancólico salvo por un pequeño muelle agotado por el paso de los años. No sé cómo interpretarlo pero ese es el punto exacto al que me quiero dirigir. Detengo mis pasos sobre el inicio del muelle y de nuevo cierro los ojos. 


Nunca pensé que podría existir algo así. Pero sé, que los únicos ojos que pueden verlo son los míos, así que ¿hasta qué punto es real? Físicamente existe, de eso no hay la menor duda, yo he estado allí y tú posiblemente también puedas estarlo algún día, pero sé que dependiendo de la persona, el momento, la vida y la entrega, los lugares pueden dejar de ser lugares para convertirse en sueños. 

Con mis ojos he podido comprobar cómo los cielos se abrían brindándole al sol uno de los mayores descansos. Gracias a ello el propio Sol me ha regalado colores indefinibles cuando se despedía de mí. He visto playas que mordían voraces la arena sobre la que descansas sus aguas. Arena de conchas tan blancas como la propia sal. He disfrutado del aullido fiel de los coyotes, de la ducha fría tras un duro trabajo, de la lluvia sobre mis hombros, de las formas celosas de Cartago. 




He visto en sueños lo mismo que he podido ver despierto, aunque aun no tenga claro si lo que estoy viviendo esté pasando mientras descanso una noche bajo el cielo de MADRID.

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