Son las 3:15 de la mañana y ando a ciegas por el camino que une el invernadero con la pollera. De pronto un aullido de coyote retumba en mi cabeza. Miro a ambos con la esperanza de no ver ni un solo animal pero mi vista aun no se ha acostumbrado a la penumbra de la noche. Apenas veo movimiento, solo una leve brisa que mueve de manera disimulada el pasto que se encuentra en la linde del camino. De pronto me topo de golpe con Wilberth y Rodolfo, los cuales ya se encuentran uniformados y preparados para recibir a los mas de de 38.000 pollos recién salidos del cascarón que provienen de la compañía Pipasa.
La Ciudad de los Niños lleva varios años colaborando con la compañía más importante de pollos de toda Costa Rica, Pipasa. Posiblemente cualquier pollo que consumas en los bares locales haya salido de una de las cientos de naves que se distribuyen por todo el país. Aquí en la Ciudad se disponen de dos naves de 120 m de largo por 12 m de ancho, suficiente como para albergar a 35000 pollos adultos. Las instalaciones pasaron por el sello de calidad de Pipasa con una nota de 92 % y diariamente son limpiadas y examinadas.
Me uniformo, pero antes de hacerlo, realizo todas las normas de seguridad que el protocolo de control obliga. Poco a poco van llegando más voluntarios, los cuales de manera desinteresada pretenden facilitar el trabajo de una de las mejores personas que se encuentran en la institución.
Una fuerte luz hace iluminar nuestros ojos. Frente a nosotros el camión de Pipasa se mueve rítmicamente entre cada uno de los baches que forma el camino. Me siento impaciente esperando la nueva bandeja de 100 pollos que desde el camión nos entregan y nosotros colocamos de manera ordenada en la mitad de la superficie de las naves. Llega el momento de sacar a los pollos al suelo y poco a poco vamos volteando las bandejas donde se encuentran. El sonido es increíble y mucho mas su velocidad de dispersión de las crías. Se buscan unos a otros, probablemente no tengan conciencia de quien es su compañero, pero ellos buscan una protección que los seres humanos nunca hemos sabido entender. Nosotros somos capaces de conocer a más de 15.000 personas a lo largo de nuestras vidas y a diferencia de ellos es difícil que un ser humano busque protección a la par de los otros.
Miro de forma disimulada a Rodolfo, el cual observa atento la transición de los hechos y puedo comprobar cómo poco a poco una mueca de felicidad se dibuja a tinta sobre su cara. Hoy hemos sido más voluntarios de lo esperado, así que hemos podido terminar la tarea en tiempo record. Ahora solo toca esperar que los polluelos vayan poco a poco acostumbrándose a su nuevo hogar, aunque se tiene perfectamente calculado que los primeros días la tasa de supervivencia de los polluelos es algo baja 1, 5% y de los 37600 el primer día casi morirán 500.
Que sean fuertes y quieran sobrevivir un día más, porque en cuestión de 5 semanas serán de nuevo sacados de este hogar, para continuar con el ciclo de trabajo en la pollera. Entonces se tendrá que guardar de nuevo la pollinacea, limpiar a conciencia cada una de las naves y guardar los sacos en el silo. En 5 semanas estaré de nuevo mano a mano con los vaqueros limpiando y cargando sacos de 70 kilos en el tractor. En 5 semanas,… cada día pasado es un día más de felicidad en mi futuro.
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